Decían los viejitos, en otras épocas, que “al mal escribano las barbas le estorban”. Graficaban con esta frase la diferencia entre la apariencia y la esencia de una persona hábil o capaz para un oficio tan importante como el de redactar y conservar documentos.
Nada describe mejor que este refrán a la condición actual del Gobierno de Rafael Correa. Hace pocos años llamaba a votar por una Constitución garantista de Derechos, muy de avanzada y que va a durar 300 años.
Este discurso, que lo mostraba como un político democrático, al poco tiempo le empezó a estorbar. Primero fue el tema de la alternabilidad en la conducción del país, condición imprescindible para el ejercicio democrático en una República. Hoy estamos a días de que la Asamblea Nacional, sumisa al poder, apruebe el paquete de “enmiendas” y le permita a Correa perpetuarse en Carondelet.
Pero también le estorban los derechos ciudadanos de llamar a una consulta popular por cualquier tema, la prohibición de cultivar transgénicos, los derechos a la naturaleza, las potestades de la Contraloría, entre otros.
Hace pocos días la máscara se cayó definitivamente cuando Correa cuestionó el Derecho a la Resistencia, impulsado por sus ex socios, como Alberto Acosta.
Este cuestionamiento no es inocente ni inocuo. Al intentar poner en crisis este derecho a resistir se busca debilitar la columna vertebral del sistema de derechos fundamentales en Ecuador. Es lamentable decirlo, además, pero parecería ser que se lo puso en la Constitución por voluntad o dádiva de Rafael Correa. “Cómo me arrepiento de haber cedido” declaró.
Es decir, si no hubiese “cedido”, sin la magnánima generosidad de Correa, no tuviéramos el derecho a movilizarnos, nadie pudiera estar en las calles. Calladitos nos tendría en nuestras casas, mientras persigue a la prensa independiente, encarcela a políticos opositores y quiebra económicamente al país.
Le recuerdo, Sr. Presidente, que sin ninguna autorización por escrito, los quiteños nos levantamos contra el exceso de impuestos a los licores en 1765. Tampoco necesitamos el permiso de ningún tirano para que Quito sea Luz de América y dé el Primer Grito de Independencia en 1809. Hoy tampoco se lo estamos rogando. El pueblo ecuatoriano es digno y continuará levantando su voz contra los abusos y la tiranía, le guste o no.