La Revolución Liberal: Semejanzas y Diferencias con la Revolución Ciudadana y su Incidencia en el Rol de la Mujer

Martes, 11 de junio del 2013 - 12:21 Imprimir

Discurso de inauguración del Comité de la Revolución Ciudadana Eloy Alfaro de la ciudad de Riobamba.

Discurso de inauguración del Comité de la Revolución Ciudadana Eloy Alfaro de la ciudad de Riobamba.

El rol de la mujer hasta la llegada de la Revolución Liberal era principalmente familiar y reducido al ámbito de la vida privada. Se esperaba de una mujer que cumpliera un rol tradicional, que cuide del hogar y críe a los hijos. Recién en los debates en la Asamblea Constituyente que aprobó la Constitución de 1884 se discutió por primera vez (la República tenía ya más de 50 años de existencia) la participación de las mujeres en la vida pública a través del ejercicio del voto. En aquellas sesiones de debate (del 23 y 24 de noviembre de 1883) un diputado admitió que nunca se debió haber discutido ese asunto en la Asamblea “porque hay el peligro de que las mujeres abran los ojos y crean que pueden ser ciudadanas”. Aquella constituyente terminó por decidir que el voto era atributo exclusivamente masculino.

En todo caso, los ojos se abrieron no mucho tiempo después con la llegada de la Revolución Liberal, de cuyo inicio conmemoramos 118 años el 5 de junio pasado. Valga decir que se conmemora el 5 de junio porque aquel día se hizo pública el Acta de Pronunciamiento de Guayaquil firmada por 15.884 personas que declaró “Jefe Supremo de la República” al general Eloy Alfaro, pero que el acontecimiento que logró consolidar el triunfo liberal fue la victoria de las fuerzas militares de Alfaro, comandadas por él mismo, en los campos de Gatazo, muy cerca de esta ciudad de Riobamba, cuna (valga recordarlo) de nuestra primera Constitución.

Después de su triunfo militar, Alfaro convocó a una Asamblea Constituyente, la que dictó la Constitución de 1897 y lo nombró Presidente Constitucional. En un documento titulado “Mensaje, solicitando la Protección Especial a la Mujer y recomendando su Participación en los empleos públicos” dirigido a dicha Asamblea, Eloy Alfaro comentó sobre la situación de la mujer:

“Nada hay tan doloroso como la situación de la mujer en nuestra patria, donde relegada a los oficios domésticos, es limitadísima la esfera de su actividad intelectual y más estrecho aún el círculo donde pueda ganarse el sustento independiente y honradamente. Abrirle nuevos horizontes, hacerle partícipe de las manifestaciones del trabajo… ampliarle en una palabra, su campo de acción mejorando su porvenir es asunto que no debemos olvidar”.

A Eloy Alfaro le interesó la independencia económica y el progreso intelectual de las mujeres. La Revolución Liberal realizó reformas orientadas a ello, permitiendo que las mujeres accedan, por primera vez, a empleos públicos en correos, telefonía, telegrafía, aduanas y educación, así como propiciando su inserción en el sistema educativo, incluido el acceso a los estudios universitarios. Alfaro contribuyó a ese esfuerzo de forma personal, pues firmó el Decreto que autorizó los estudios de medicina de la guayaquileña Aurelia Palmieri, pese a la oposición suscitada por dicha solicitud. Más adelante, en 1899, Eloy Alfaro firmó otro Decreto, por el cual asignó una “pensión mensual de 50 sucres” a Aurelia Palmieri para que pueda concluir sus estudios de medicina, hasta que ella logró convertirse, en octubre del 1900, en la primera licenciada en medicina de nuestro país. Parte de ese mérito, le corresponde personalmente a don Eloy Alfaro.

Todos estos fueron avances importantes, sin lugar a dudas. Fueron, también, la base para cambios futuros. La Constitución de 1906 (a diferencia de la Constitución de 1884) no tenía escrito que el votante debía ser “varón”. Matilde Hidalgo razonó que como no se decía expresamente que tenía que ser varón, entonces permitía el voto femenino. Matilde Hidalgo se fue a inscribir en el cantón Machala para votar y le fue rechazada su inscripción. Presentó su apelación ante el Consejo de Estado (un órgano auxiliar de la Función Ejecutiva) y este órgano autorizó su votación. Esto sucedió en 1924. Pocos años después, en 1929, Ecuador adoptó la primera constitución que autorizó el voto femenino. Valga destacar que Ecuador fue el primer país de América latina en permitirlo. Eso es algo para sentirnos orgullosos.

Pero no hay que llamarse a engaño: esas medidas no fueron suficientes para cambiar la sociedad patriarcal y machista que, todavía al día de hoy, sigue siendo el Ecuador. Subsistieron muchas trabas, que las luchas de las mujeres durante el siglo XX fueron, poco a poco, eliminando. Pero una deuda pendiente se tenía con la participación política de las mujeres en los cargos de elección popular. Por citar un ejemplo, tras la vuelta a la democracia, en la Cámara Nacional de Representantes, entre 69 legisladores, no hubo una sola mujer. Para enfrentar esta disminuida participación de la mujer en los cargos de elección popular, que no era tanto una muestra del desinterés de la mujer por su participación, como sí lo era del machismo imperante en nuestra clase política de aquel entonces, se logró aprobar en 1997 una ley que estableció un porcentaje mínimo de mujeres en las listas de elección popular. Pero los varones operarios de la política hicieron lo posible para sabotear el cumplimiento de esta ley. De hecho, la primera vez que se cumplió a rajatabla con los principios de alternabilidad y secuencialidad en las listas de elección popular, fue en la elección de los asambleístas para la Asamblea Constituyente de Montecristi, celebrada el 30 de septiembre del 2007. Esas fueron, por cierto, las primeras elecciones de candidatos a elección popular que organizó la Revolución Ciudadana.

Porque la Revolución Ciudadana, como la Revolución Liberal, comparten la intención de ruptura. Se cumplió por primera vez con la ley de participación de las mujeres, y más importante aún, se ha desarrollado un Plan de Igualdad, No Discriminación y Buen Vivir para las Mujeres Ecuatorianas, en el cual se ha establecido un enfoque integral para cumplir con lo dispuesto por la Constitución de Montecristi en materia de igualdad de género. Dicho enfoque integral implica la redistribución de los recursos económicos, tecnológicos y productivos, el reconocimiento (para su eliminación) de las brechas de discriminación todavía existentes y la representación política, social y cultural en el Estado y la sociedad civil.

Pero lo más importante de este proceso desarrollado por la Revolución Ciudadana es que se hace lo que se predica. El gobierno de la Revolución Ciudadana apunta a la paridad de género en el máximo órgano de administración de justicia: la Corte Nacional de Justicia, compuesta por un total de 21 jueces, de los cuales, 12 son hombres y 9 mujeres. Una proporción similar, en un estamento tan patriarcal como lo es el sistema judicial, no se encuentra en otros países del mundo. Como lo destacó el juez Baltasar Garzón, quien fuera coordinador del proceso que supervisó el proceso de selección de los jueces en nuestro país, Ecuador “es el primer país en el mundo en el que hay un avance de esta envergadura”, por lo que constituye “un hito para la justicia de género y para la protección de la mujer, quien ha permanecido en un olvido ancestral”. Esta es, una vez más, razón para sentirnos orgullosos.

La Revolución Ciudadana, con hechos que acompañan a las palabras, tiene en la Función Ejecutiva un 40% de mujeres a la cabeza de los ministerios. Una situación similar se vive en la Asamblea Nacional, en la que el 40% de asambleístas somos mujeres. Con el detalle significativo de que el liderazgo en la conducción de la Asamblea Nacional se encuentra en manos de mujeres, como somos su Presidenta, primera Vicepresidenta y segunda Vicepresidenta. Son pasos concretos con dirección a la patria nueva, igualitaria en materia de género.

Si uno tiene que encontrar semejanzas entre la Revolución Liberal y la Revolución Ciudadana es que ambas comparten la intención de cambiar radicalmente la situación de su respectiva época. Obviamente, los alcances de hace un siglo atrás fueron muy relevantes y significativos, pero encontraron sus límites, marcados por la sociedad de su época. Los alcances de la Revolución Ciudadana son mayores, sus ambiciones son más profundas. Se busca alcanzar una sociedad en la cual hayamos erradicado, de manera total y absoluta, toda forma de discriminación contra la mujer.

Esta tarea la debemos construir entre todos, autoridades y ciudadanos. Ese es el compromiso igualitario de la Revolución Ciudadana, que continúa y profundiza el legado de la Revolución Liberal y Alfarista, en beneficio de este pueblo ecuatoriano que, que como lo ha manifestado el Presidente Rafael Correa, ya “se ha hecho digno de ser libre”.

Marcela Aguiñaga
Asambleísta por Guayas Otros Movimientos

Asambleísta por la provincia de Guayas | Integrante de la Comisión De los Derechos Colectivos Comunitarios y la Interculturalidad |  Visita mi Perfil

Facebook - Marcela Aguiñaga Facebook - Marcela Aguiñaga Instagram  - Página Personal  -

E-mail - Marcela Aguiñaga

Av. 6 de Diciembre y Piedrahita · Teléfono: (593)2399 - 1000 | Quito · Ecuador