En la Sesión 038 del Pleno, el 5 de septiembre de 2025, compartí una reflexión que va más allá de lo político y lo ideológico: hablamos de la vida misma. Recordé que detrás de cada diagnóstico de cáncer hay una historia de familia, de sueños y de luchas que muchas veces se ven truncadas por la falta de atención oportuna y por los altos costos de los tratamientos.
En 2024, más de 30.000 ecuatorianos fueron diagnosticados con cáncer; más de 16.000 fallecieron, mientras 78.000 siguen luchando. No podemos permitir que estas cifras se queden en simples estadísticas. Por eso impulsamos esta ley, que busca garantizar diagnósticos oportunos, tratamientos accesibles, cuidados paliativos, confidencialidad de datos y, sobre todo, el derecho al olvido oncológico. Nadie que haya vencido al cáncer debe cargar de por vida con ese estigma al pedir un crédito, un seguro o un empleo.
La propuesta también incluye la creación de un Comité Nacional del Cáncer, adscrito al Ministerio de Salud, con capacidad técnica real y articulado con la red pública integral de salud para que las decisiones sean efectivas y vinculantes. Queremos un Estado que acompañe y que brinde igualdad en la atención, sin importar condición económica, territorio o credo.
Con esta norma sembramos un mensaje claro: vencer al cáncer no debe ser una condena de exclusión, sino una oportunidad de vida plena, libre de estigmas y con dignidad. Que esta Asamblea sea recordada por transformar el dolor en esperanza de vida y por poner la dignidad como base de la política pública.
Soy Alejandro Lara Pérez, asambleísta por Tungurahua para el periodo 2025-2029. Nací y crecí en Huachi Grande, una parroquia rural de Ambato donde aprendí, desde pequeño, el valor del esfuerzo y del trabajo honesto. Mi vida ha estado marcada por la constancia, el sacrificio y, sobre todo, por el profundo compromiso con mi tierra y su gente.
A los 16 años ya ayudaba a mi madre en nuestro restaurante familiar, y durante la pandemia, me convertí en repartidor para sostener a mi familia. Como muchos ecuatorianos, migré a Estados Unidos buscando nuevas oportunidades, pero el amor por mi país fue más fuerte. Regresé con la convicción de que aquí también se puede construir un futuro digno, sin tener que dejar atrás nuestras raíces.
Me formé como Ingeniero Civil en la Universidad Técnica de Ambato, y he trabajado en proyectos de agua potable, saneamiento y estructuras, tanto en el sector público como en el privado. Conozco de cerca las necesidades de nuestras comunidades rurales, y por eso decidí dar un paso más: servir desde la Asamblea Nacional.
No soy un político tradicional. Vengo del barrio, del trabajo diario, de la calle, y represento a una nueva generación que quiere hacer política de forma distinta: con propósito, con cercanía, con ética. Estoy aquí para alzar la voz por los jóvenes, los migrantes, los agricultores y cada tungurahuense que merece ser escuchado.
Creo firmemente que la política debe servir a la gente, no a intereses personales. Me inspira el campo, la gente que se esfuerza cada día, y la esperanza de un Ecuador más justo, donde nadie tenga que marcharse para salir adelante.
Mi compromiso es claro: construir desde la raíz, legislar con propósito y devolverle la confianza a la ciudadanía.