Compartí momentos inolvidables con mi querida gente y amigos del sector de la Rumiñahui, en Quito. Atesoro cada una de las palabras que me brindaron, así sus presentes, mismos que simbolizan ese gran trabajo que vengo realizando junto a esta hermosa comunidad por más de 30 años.
Hoy me honra volver a servir como Asambleísta Nacional y me dirijo a ustedes, mis mandantes, con cercanía y compromiso humano: legislar, fiscalizar y cumplir la ley siempre con la mirada puesta en las familias ecuatorianas.
Mi vocación altruista, mi experiencia política y social, y mi profundo amor por el Ecuador me impulsan a trabajar incansablemente por un país más justo, solidario y seguro —el Ecuador que todos merecemos.
Este camino de servicio no es improvisado: es el legado de una vida dedicada a servir con propósito, tender la mano al que más me necesita y construir, desde cada espacio, un mejor futuro para las nuevas generaciones.