VERSOS DE LA AUSENCIA
AUTOR: CARMEN MERCEDES RIVADENEIRA BUSTOS
I
Hijos,
una espina profunda
me lastima
en vuestra ausencia.
Es el tiempo que se fue
con las mieses
que no pudimos
disfrutar
unidos.
El tiempo que se marcha
y no extermina
lo pútrido
de este ahora
que nos toca.
Que corroe con angustia
a la esperanza.
Que, no voy a mentirles,
salpica de inquietud
mis pensamientos;
porque,
perdón, perdón,
perdón;
porque me aterra
que el monstruo omnipresente
sorteando
sus innumerables garfios
les llegue
y los mutile.
Aquel monstruo insaciable
que pretenda
engullir los principios
que celosamente
cultivamos,
a cambio de prebendas.
Que les borre en la memoria
que el arribismo
es miserable atajo
que el cinismo
y la mediocridad
escogen.
Que los vuelva soberbios,
insensibles,
vanidosos.
Que permita
que abusando
de la oportunidad
de la ventaja,
los haga que mal miren
al humilde.
Que no les importe
su injustícima suerte.
Que solo aprovechen,
en despreciable gesto,
para engordar
el mezquino interés
contra
el de todos.
Hijos,
no quisiera decir;
pero trepido,
con tan solo la idea
de que mi vida
pueda volverse
un doloroso espacio
al que la tristeza
amarga
me condene
por si la condición
de ustedes,
entrampada
en la falta de solidaridad,
en el arbitrio
contra la justicia,
en el cálculo
que la fe lesione
de los crédulos
o que violente
en el cálculo
que la fe lesione
de los crédulos
o que violente
el sincero amor
de otra persona,
los torne
en indeseables,
enemigos de la raza humana
y de su entorno.
Hijos,
sé que la hipocresía
y la deslealtad,
la envidia, la ambición
y la falacia,
símbolos ruines de nuestra contemporaneidad,
jamás tendrán
lugar
en vuestro espíritu.
Perdonen, mis amores,
que me inquiete
y los aturda
con las cavilaciones
que me agobian.
Bien sabemos
que la buena semilla
que sembramos juntos,
con el amor
que en la distancia crece,
prodigará sus frutos
a la vida.
Que la limpidez
de vuestras actuaciones,
en enorme
y merecido respeto,
hará que brote
mi entrañable cariño.
II
Veo en el retrato
que en hilos del recuerdo
me encamina
hasta mi más delicada
e íntima fibra,
a tres amadas figuras.
Son,
una niña, mi única niña,
hoy mujer, de cabellos rizados;
la blandura enternecida
de mi hijo menor;
con treinta dias de nacido
entre mis brazos,
y desde luego
yo.
Mas,
tú, “mi mayor”,
tú, hijo,
no te encuentras.
Y mi memoria es inútil
para dar
con el motivo.
¿A dónde tu inquietud
te llevó
es ese instante?
¿A caso yo, tu madre,
te dejé en el olvido?
Tal si fuese
la jabonosa espuma
de tus juegos,
por asalto,
me crece la nostalgia.
Y una filuda lágrima
cae en mi corazón
al no verte.
III
esta mañana,
hijos,
descubrí
en el lugar preciso
para desbaratar
cualquier belleza,
la irrupción impertinente
de una enorme
espinilla.
Pero, entonces decidí
que, qué tanto
importaba
el soberano grano
que todavía más
disminuía
los escasos atractivos
de mi rostro,
aunque el pretexto
sirviera
a la fulana,
que a los años
me encuentra,
para decir con maldad
a las consabidas
reporteras de feminas
desgracias, que,
“qué fea está la sutanita,
lo que demuestra
que mal anda, la pobre”
si aquí nomás,
en la esquina,
sin tener que esforzarme
por caminar más cuadras,
Jesusita,
aquella niña pálida
que en ocasiones
ha venido corriendo
hasta la casa,
hijos,
se está muriendo de hambre,
igual que otras.
IV
Hija,
largas ternuras
le han crecido
a mis manos
y únicas voces,
suaves y viajeras,
ha creado
mi alma
para poder
mimarte
a la distancia.
Así,
cuando descansas,
las cosechas frutales
de esta tierra
endulzan
mis palabras
para hablarte,
en susurro,
de aquí,
de nuestra suerte.
Para que tú no olvides
ni la raíz ni el polvo
que te nutren.
Para cantarte
las canciones
que te arrullan
mientras mis manos,
ansiosas y felices,
revuelven,
como siempre,
tus cabellos.
Hija,
cuando el amor
me inunda
y nuevas creaciones
nacen
para achicar
distancias,
es que te pienso,
te nombro
y me transformo
en maga.
Y no hay vuelos
que no vuelen mis deseos
y con las aprendidas artes
puedo traerles o hasta viajar contigo.
Entonces
es que sientes
que vienes a tu patria
o que una sombra,
a tu costado,
y con tu vida,
amorosa
y sempiternamente
te protege.
V
Hoy,
cuando al descifrar
nuestro genoma
se ratifica
que sólo es una
la raza humana.
Que el peldaño
que separa
a la miserable
mosca
de nosotros
es el de algún
desliz
en la línea natural
del desarrollo.
Que, por tanto,
estamos hermanados,
más de lo que creímos,
con todos los seres
que a nuestro derredor
se encuentran.
Tú,
que piensas
que el color
de tu piel
o que tus rasgos
te ubican
por encima
de las otras condiciones.
Que estás seguro de
que nacer
aquí,
en la tierra
de exuberancia plena,
o allá,
en otros nortes,
te hace superior
y no solo
distinto.
Que el dinero
que tus padres
hicieron
te da
sitio de gloria
igual que la nariz
respingada
de tanto
olfatear
solo hacia arriba
buscando
a tus iguales
en el cielo.
Ven,
aterriza.
Estudia.
Si no entendiste
el idioma
de los mejores sentimientos.
Si eres
tan obtuso
para pensar
que aquesa situacion
que te obsequió
la vida
o te la diste
pisoteando
a otros,
te hizo mejor
que los demás.
Ven,
ejercita tu cerebro;
si no tu alma.
Prepárate
y así entenderás
las superiores causas.
De esta manera,
haz de evitar,
humano,
que en tu cabeza
lleves
lo que el fraterno
camarón,
como si nada,
va cargando
en la suya
eternamente.
Que aún faltaban
caricias que no dimos a tiempo,
que todas las palabras
que debieron
no estaban dichas,
que nos duelen
los besos mezquinados,
VI
Me voy descifrando
ante ti,
descarnada innombrable,
única certeza
entre los vivos.
No es a ti
a la que temo,
sino al sufrimiento
físico
que en tu antesala
inflijas,
y en ese espacio,
al agotamiento
de los cercanos,
a la impotencia
para alivianar,
al menos
a los nuestros,
los últimos peldaños
del cansino respiro.
Yo me descubro ahora
y ya sé que te acuso,
te reprocho,
me nacen fuerzas
para odiarte,
a más,
por la ausencia total
que ensañada
clavas
en el preciso lugar
de la existencia
sin que te importe
que aún faltaban
caricias que no dimos a tiempo,
que todas las palabras
que debieron
no estaban dichas,
que nos duelen
los besos mezquinados,
El servicio postergado
al que te le antepusiste,
que amamos y extrañamos
hasta la añeja,
empequeñecida
y evanescente imagen
en que nos convertimos
al caer de las hojas
de algunos calendarios.
¡Cómo repudio
tu indolencia macabra!,
tu inexorable disponer
que debamos recurrir
a los recuerdos
para insuflarles sustancias
a los que prontamente
te llevaste.
¡Vete, vete!.,
con tus vacíos
y tu gelidez
a cuestas.
Tu presencia
no es respuesta
que anhela mis pesares.
Hay demasiada ausencia
en ti
para aceptarte.
VII
Hoy se inauguro el invierno.
Afuera resplandece el sol,
y en el aire
las aves que se cruzan
derrochan melodía
de sus trinos.
Un par de niñas
con baldes y con palas
en sus manos,
cubiertas sus cabezas,
junto a sus padres,
dispónense
a disfrutar
de una esplendente
mañana.
Allá en la playa;
pero una lluvia torrencial
no cesa.
Por tu ausencia
llueve,
llueve
a cántaros en mi alma.
VIII
En mi ventana
florecen los geranios.
Los lazos de amor,
abundantes,
siembran
de rojo
la maceta;
sin embargo,
una sombra inefable
los opaca.
¿Acaso a ellos,
igual que a mí,
de un solo tajo
se les fue
la dicha?
Seguramente
a ellos,
como a esta alma,
tristezas infinitas
sembró
tu ausencia
en sus estancias.
IX
ya nunca más
tus manos
en las mías
ni el calor de tu cuerpo
retozando
conmigo
y en mi cama.
Ya nunca más.
Y aún, amando,
un mundo de conjuros
nos faltaba,
de esos que
con pasión
y en dulcísimas
ternuras
hacían
que nuestro amor
eclosionara.
X
Hoy recogí
mis triztezas
una a una.
Abrí un libro
de cuentas
y las dispuse
en orden:
Primero, las ausencias,
luego los desamores,
las traiciones,
las mentiras,
las calumnias,
los decires,
la salud desmejorada
de los míos,
la incomprensión,
la soledad acompañada,
los insultos,
las deudas,
las angustias
y ansiedades;
y junto
contabilicé
las dichas.
Los momentos de gozo
que son muchos,
la fortuna
que me dio
la vida
alumbrando mi senda
con tres hijos,
las manos amigas
que se tienden,
el cariño de la gente humilde,
los aprecios,
los respetos.
Y como de inventario
y cuentas
se trataba,
con ahínco
revisé mis arcanos
y encontré
una especial deuda
que aún tengo
conmigo
y con mi entorno;
pero, que no me aturde.
Enriquece con su fuerza
mi continuar andando.
Por lo demás,
parece que la siembra
se hizo a tiempo.
Parece que no tengo
saldo rojo
ni lo tienen conmigo.
Mas, como un nuevo
y acelerado sable
el corazón y la quietud
estúvolos despedazando
renegando yo
aun de las existencias,
he sentido vergüenza
de mi debilidad
de mi flaqueza
por los tantos dolores
que les suman
las tragedias diarias
a los que
sin esperanza
van sufriendo su sino,
hasta sin fe,
pero seremos.
Hoy contabilicé
mis dichas,
descrifré mis deudas
y recogí mis penas,
y para que no inquieten
el apacible transcurrir
que me propongo,
las guardé adentro,
muy adentro,
en la porción recóndita
de mi alma,
donde no estorben.
XI
A un niño dormido
te asemejas,
amor,
cuando acurrucas
tus luchas
en al urgido instante
de nuestro cálido lecho.
Tú no lo sabes,
pero un firmamento
apretado de estrellas,
luceros y una luna,
plácida luna
que te encanta
y ahuyenta a los temidos
agujeros negros,
en ese mismo espacio tiempo
te circunda
y se extiende luego,
para que los niños
que te habitan
jueguen con la pelota
hasta que su voz,
ternura,
recuerden
la “trauma”
que les brotó en el alma
al choque de sus sueños
contra el espacio corto
que resulta la vida.
XII
Niño,
esa enorme “tutuma”
de la que hablas
y me arranca una sonrisa
si te escucho,
te la hiciste
en la vida,
con tantos tropezones,
jugando a ser hombre.
Niño,
permite que yo
también ensaye
el encanto de traerte
a la pequeña
que te hable
de mares
y de trinos.
Envolveranse entonces
sus campos
y sus amplios
horizontes marinos
con la abundante ternura
desprendida
del gracioso membrete
que haz dejado
de la infancia
para las protuberancias
que se te alzan
por culpa
de tus golpes,
una a una.
Niño,
me conmueves
cuando narras
tus historias
y ninguna
aligera más mi alma,
a pesar de que sea
por causa de lesiones,
que si cuentas
de “tutmas”.
Criatura,
no sé si te prefiero
niño
cuando sueños
en el hombre
que me turba
y escucho la inacabable gracia
de las tuyas,
tuyísimas voces
que me arrullan.
XIII
Mírame aquí
nuevamente,
inseparable hermana,
fabricando alegrías
sobre el manto
añejo y siempre vivo
de mis necias
tristezas.
Mírame aquí,
radiante,
vigorosa,
siempre lista
para empezar
cualquier nueva batalla
que se venga.
Aquí,
reconóceme tú,
única hermana
caminante de mis días;
indomable,
desbaratando
perverso conjuros,
haciendo añicos
las rocas
que se pretendan
derrotar
mi fortaleza.
Aunque indomable
sea,
a fuerza de hospedarse
en mis adentros,
a fuerza.
XIV
De los demás,
invariablemente
me dolieron
las congojas.
Por ello,
desde siempre,
en la sensible
fibra de mi pena
hay un torrente solidario
acumulado
por el llanto ajeno
que la aflicción
produjo.
¡Pero, Dios!,
hay uno,
un llanto;
madre,
perdóname
que no sea el tuyo,
que se quedó estancado.
Especialmente
del corazón dolido,
en lo profundo;
en la más triste memoria
de mis lluvias,
en la luminiscente
penumbra
del dolor sembrado.
Es el llanto,
siendo infante,
de mi hijo mayor.
Pegado a los barrotes
del pequeño balcón
de nuestra casa,
llovíase todito
y me llovía
mientras,
aquella tarde,
iba a cumplir
yo
con el dictado
de mis clases
que entonces me pesaron.
Que me significaron
un fardo inconcebible
de tormento
en la inutilidad
para salvarlo al instante
del vía crusis
que pudiera
infligirle
otros.
Hijo,
excúlpale
a tu madre
su partida.
En sus agobios,
tu llanto
de esa tarde,
todavía más
le lacera
el alma.
XV
Ayer,
de repente,
al mirar los retoños
de la generación tercera
comprendí que ya,
prontamente,
nos hicimos
mujeres.
Nos hicimos
mujeres.
Y entre los pliegues
de la tez madura
abundosas
aún florecen
mocedades.
Y entre las hebras
que la plata
tiñe,
todavia,
inamovibles,
anidan los sueños
que desde
los viejos
nuevos tiempos
de las revoluciones
alentó
la esperanza socialista.
Amigas,
doblamos la esquina
al salir del aula,
y en un respiro,
en medio
de tristuras
y de dichas
nos vinieron
los hijos
y a poco
los nietos.
Por eso
a la frescura
se le escapó
su tiempo
de partida .
Y se quedó
rondando
nuestro espacio.
Y se quedó
asida
a nuestro espíritu.
Asambleísta por la provincia de Esmeraldas | Integrante de las Comisiones Del Desarrollo Económico, Productivo y la Microempresa y de la Comisión de Fiscalización y Control Político | Visita mi perfil