He escuchado con mucha atención las cifras que se han expuesto, y aunque muchas y muchos estamos familiarizados con ellas, no dejan de ser alarmantes y de revelarnos una realidad estremecedora. Sin embargo, las mujeres somos mucho más que datos y mediciones.
Buenos días a las mujeres y hombres que hoy nos acompañan, en especial a las y los representantes de organizaciones dedicadas a la lucha por una igualdad de género.
Mi abuela Italia Baquerizo Vera me enseñó a mantenerme siempre de pie; de ella no sólo he obtenido inspiración sino un legado por el cual luchar. Cuando era muy pequeña, en 1987, decidí que yo era feminista, lo hice cuando ella me explico el significado de esa palabra y cuáles eran las banderas por las que luchaban: hombres y mujeres accediendo a los mismos derechos y oportunidades, en lo económico, lo político y lo social.
Me duele saber que hay mujeres renuentes a ser identificadas como feministas porque no quieren ser parte de una tendencia que se ha vuelto “poco popular” en la sociedad. Y lo que es peor, para muchas personas es sinónimo de odio a los hombres. No sé en qué momento de la historia se tergiversó el verdadero significado de esta palabra, pero debemos devolverle su esencia. Actualmente, existen hombres poco interesados en el tema ya que no se sienten identificado con él, lo cierto es que necesitamos de su ayuda. Queremos terminar con la desigualdad de género y para hacer esto, necesitamos a todos involucrados, especialmente a los hombres. Necesitamos, no solo empezar a hablar de esto, sino asegurarnos de que ese cambio, sea tangible. Necesitamos igualdad de resultados. Los derechos de las mujeres son derechos humanos.
Aparentemente yo estoy entre las filas de mujeres cuyas expresiones y acciones a veces han sido vistas como muy fuertes, muy agresivas o cuestionables.
Soy feminista, y si a veces no encajo con lo que la sociedad espera de mí, no importa, jamás abandonaré la lucha en defensa de las libertades individuales y por mejorar la calidad de vida de las mujeres de mi país.
Soy feminista, de las que creen que el feminismo es sinónimo de libertad y no de amoldar.
Soy ecuatoriana, guayaquileña, y siento que es correcto que yo sea remunerada de igual manera que los hombres cuando desempeñe el mismo trabajo. Creo que es correcto que yo pueda ser capaz de tomar decisiones sobre mi propio cuerpo. Pienso que es correcto que como mujer sea parte de las políticas y decisiones que afecten mi vida. Pienso que es correcto, que socialmente yo merezca el mismo respeto que los hombres. Así como también pienso que es correcto reconocer que, lo que a los hombres solo les pasa en las cárceles, a nosotras nos pasa en las calles y en nuestros hogares. Lamentablemente podemos decir que no existe ni un país en el mundo donde todas las mujeres puedan esperar recibir estos derechos. Ningún país en el mundo puede decir que ha logrado la igualdad de género. Y Ecuador aún está muy lejos de ello.
Lo me lleva cada mañana a reflexionar sobre las cosas que aún nos quedan por hacer, es que quien arregla mi departamento es una mujer. Que quien se lanzó del edificio del frente de mi casa fue una joven suicida de 17 años, que en el trayecto de mi casa al trabajo, que es un trayecto corto, se cruzan por mi camino mujeres pobres, indígenas, negras, que son madres, que son hermanas, que son esposas, que son profesionales y que tienen una vida aún difícil, que en sus trabajos no les espera ni un asistente, ni un asesor, ni una escolta; en sus trabajos y en sus hogares las esperan ambientes hostiles, acosadores, injustos, violentos… y que de alguna manera una parte de esas mujeres, también soy yo.
Por eso soy también de las personas que ha luchado por defender y visibilizar la realidad de la mujer desde los espacios que se me han otorgado, soy una de esas mujeres que al igual que Ustedes cree en el feminismo desde su verdadero concepto, es decir, la igualdad de derechos; soy de esas mujeres que le agradece al feminismo cosas básicas como poder estudiar, poder votar, poder elegir ser madre soltera, ser madre profesional, no ser madre, ser ama de casa, casarme, no casarme. Poder denunciar libremente a quien me agreda sin temor a ser yo quien termine encerrada. También debo agradecerles a ellas, poder ser parte del sistema laboral, entre otras cosas.
Cuando cumplí 18 años y entré a mi primer trabajo, mi abuela me dijo: “Hoy trabajas en nombre de todas las mujeres que no tienen la posibilidad de hacerlo”. Es por eso que hoy como miembro del Grupo Parlamentario por los Derechos de las Mujeres, quiero trabajar no solo para que no se repita en otras mujeres los abusos que dejé pasar cuando ni siquiera sabía que estaban mal; sino por ayudar a mujeres víctimas de violencia de género y por las víctimas de femicidio, 51 mujeres en lo que va del año, quienes no tuvieron la suerte de tener alguien que sea su voz cuando temían ser la propia.
Soy feminista, porque decir SÍ a una lucha a la que muchos dicen NO es un deber que todos debemos asumir; por eso estoy aquí.
Doy gracias en nombre de las y los ecuatorianos que ven la esperanza de días mejores en las organizaciones de mujeres que han dedicado gran parte de su vida en luchar por nuestros derechos, y agradezco también porque son capaces de reconocer que aún queda mucho por hacer.
Muchas gracias.
GRUPO PARLAMENTARIO POR LOS DERECHOS DE LAS MUJERES
DISCURSO COORDINADORA DESIGNADA, DALLYANA PASSAILAIGUE MANOSALVAS
Dallyana Passailaigue Manosalvas, máster en Gestión Educativa, ingeniera en Ciencias especializada en Marketing.
Asambleísta por Guayas en 2017, 2021 y 2023.
ASAMBLEA NACIONAL
INICIATIVAS PARA GUAYAQUIL