Pocos de nosotros podemos decir que en nuestros hogares no existe o existió el machismo. Pocas de nosotras podemos decir que hemos crecido libres de violencia, de acoso, de restricciones, de acusaciones, de peligro. Por otra parte, algunos hemos tenido la buena fortuna de contar con una feminista en casa que nos haya permitido ser conscientes de los ciclos de violencia imperantes en nuestra sociedad y a rechazarlos con firmeza y rebeldía.
En mi caso, tuve a mi abuela que cuando cumplí 18 años y entré a mi primer trabajo, me dijo: “Hoy trabajas en nombre de todas las mujeres que no tienen la posibilidad de hacerlo”. Es por eso que hoy trabajo por las mujeres de mi país, y como asambleísta en funciones, quiero pedirle a la Asamblea Nacional tomar medidas URGENTES para erradicar la violencia de género. En nombre de las víctimas de femicidio, quienes no tuvieron la suerte de tener a alguien que sea su voz cuando temían ser la propia, debemos actuar para que esta matanza se detenga.
El femicidio es la más grave y extrema consecuencia de la violencia contra la mujer. Según la Comisión Ecuménica de DDHH del Ecuador (CEDHU), en lo que va del año 80 mujeres han sido víctimas del FEMICIDIO y 70 infantes han quedado huérfanos como resultado. La espeluznante cifra aumenta casi a diario y seguirá aumentando si el Estado no comienza a tomar acciones para erradicar esta problemática social. Es verdad que conseguir que se tipificara el femicidio fue un gran logro. Pero el verdadero desafío está en evitar que nos maten. El femicidio es uno de los pocos crímenes 100% previsibles, porque no empieza cuando el marido mata con 17 puñaladas a su mujer. Inicia mucho antes, con gritos, insultos, golpes, amenazas.
Debemos ser autocríticos y reconocer que la VDG se propaga también desde lo más alto del poder, y que los dignatarios y funcionarios debemos practicar y fomentar el respeto.
Las mujeres no somos víctimas de la violencia únicamente cuando nuestra pareja nos ataca; somos víctimas de la violencia dos, tres, 10, 20 veces cuando operarios de justicia son consecuentes con el agresor al preguntar a la mujer: ¿Qué hizo para que su marido le pegara?, ¿Le fue infiel a su pareja?, esa actitud descalifica a la víctima y reduce la culpabilidad del hombre. Somos víctimas de la normalización de los abusos.
Necesitamos que no solo esté tipificado el delito de femicidio, sino que se eduque y se prevenga. Y cuando menciono a la educación no sólo me refiero a jóvenes, adolescentes, niñas y niños. Hablo también de adultos, sobre todo funcionarios, jueces, operadores de justicia, maestros, policías, políticos, entre otros. Las mujeres necesitamos que nuestras vidas cambien y no podremos hacerlo si no cambiamos todos.
Hoy soy la voz de las mujeres que no son escuchadas, de las mujeres que lloran en silencio solas. Hoy soy la voz de miles de mujeres, que se unen empoderadas, de organizaciones feministas y de la sociedad civil que aclama por medidas efectivas y urgentes que enciendan esta alerta feminista. Hoy, soy además, una de las coordinadoras del Grupo Parlamentario por los DDMM.
Por eso, solicito al pleno de la Asamblea Nacional que en la próxima sesión se apruebe esta Resolución Legislativa para exhortar a diversas Instituciones como la Asamblea Nacional y sus Comisiones Especializadas, INEC, Función Judicial, Presidencia de la República, Ministerio de Educación, SENESCYT que deberán tomar medidas para que los discursos sobre igualdad se conviertan en acciones inmediatas y en resultados.
Necesitamos plantear soluciones integrales para este problema que desintegra a la sociedad.
Dallyana Passailaigue Manosalvas, máster en Gestión Educativa, ingeniera en Ciencias especializada en Marketing.
Asambleísta por Guayas en 2017, 2021 y 2023.
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