Somos privilegiados o al menos eso creemos. Vivimos en un mundo donde lo que no encaja, se rechaza. Por lo que a lo largo de nuestra vida nos amoldamos para poder pertenecer a una sociedad que para ser parte de ella, nos quita parte de nosotros.
Los prejuicios o la formación de estereotipos que se construyen en el escenario social, cultural y mediático y pueden tener consecuencias críticas en las relaciones sociales y afectar el ejercicio de los derechos humanos, en particular el derecho a la igualdad, a la no discriminación, a una vida libre de violencia; en fin, a la convivencia pacífica.
Los Estados, desde la creación y aplicación de la política pública están obligados a generar espacios, no de tolerancia, sino de respeto al diferente, y esto no solo con respecto a diferencias de razas, sino a todo tipo de diferencias que en el entramado social se generan: sociales, económicas, políticas, religiosas, diversidades sexuales, por lo que es necesario que este tipo de resoluciones, se las aplique casa adentro, es decir dentro del debate de la Asamblea Nacional para la construcción de la normativa, siempre en el marco de los derechos humanos, sin diferenciación alguna. Los derechos humanos son de todos y todas, no solo de unos privilegiados con determinado color de piel, posición económica y orientación sexual. Los derechos son de los humanos, como especie.
Debemos estar vigilantes ante esta situación de intolerancia y violencia. La normativa debe construirse respetando la Constitución y los Tratados Internacionales de derechos humanos, comprender que el Ecuador es un estado laico, en el que se respetan la diferencias y se ataca la discriminación.
De esta forma propongo que también se rechace toda forma de estereotipo, sea cual sea su razón. La familia y la comunidad deben estar involucradas de forma activa en la aplicación de las políticas públicas para generar espacios de respeto y diálogo con el diferente y no repetir actuaciones violentas contra lo que no comprendemos o no encaja en nuestro imaginario social como “normal”.
No apelen a quienes se sienten excluidos cuando requieren su simpatía, sus votos. Los derechos no son dádivas políticas que se reparten en campaña. Los derechos nos pertenecen a todos, incluso a quienes no queremos encajar, ni ceder para gustar.
Todos necesitamos seguridad y libertad para vivir. Es nuestro deber garantizarlo.
Dallyana Passailaigue Manosalvas, máster en Gestión Educativa, ingeniera en Ciencias especializada en Marketing.
Asambleísta por Guayas en 2017, 2021 y 2023.
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