La dictadura nicaragüense.
Toda democracia requiere de tres elementos fundamentales: el ejercicio y garantía de la mayor cantidad de libertades; la participación política en igualdad de condiciones y la existencia de una oposición política que pueda expresar sus opiniones y competir por el poder en libertad.
Desde la tercera ola de la democracia, ocurrida entre la década de los 70 y la década de los 90 del siglo anterior, América Latina se caracterizó por procesos de transición democrática ordenados, con base a consensos y que en la mayoría de casos no registraron revueltas como las ocurridas en Portugal o la violencia de la ex Yugoeslavia.
En lo que va de este siglo, lamentablemente hemos asistido a la consolidación de dos regímenes dictatoriales en nuestra región, mismos que tratan de disfrazarse de democracias a través de elecciones fraudulentas, sin acompañamiento internacional y con una clara cooptación de las autoridades electorales por parte del poder ejecutivo.
El 10 de enero, Daniel Ortega asumió nuevamente la presidencia de Nicaragua, después de un controvertido proceso electoral en el cual se registró el arresto de 7 candidatos y precandidatos presidenciales de oposición y la anulación del registro electoral de 3 organizaciones políticas.
Esto generó la preocupación de diferentes organismos internacionales, tales como la OEA o la Unión Europea. Ambos coinciden en que no podemos hablar de una democracia en dicho país, y desde Bruselas se aplicaron sanciones en contra de los miembros del entorno cercano a Daniel Ortega.
Diferentes actores políticos latinoamericanos han tomado una posición en contra del gobierno nicaragüense. Es necesario que los demócratas del continente levanten su voz contra un gobierno que rememora los momentos más oscuros del totalitarismo del siglo XX.
La democracia en América Latina debe lidiar con experimentos totalitarios que ponen en riesgo décadas de esfuerzo por consolidar un régimen plural y respetuoso de la libertad.
La protección de los Derechos Humanos de los nicaragüenses debe ser una prioridad para la comunidad internacional. Debemos mantenernos en una vigilia constante por la libertad y la democracia en la región.
Sigamos las palabras de Albert Camus: “La tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios, sino sobre las faltas de los demócratas”. Construyamos, consolidemos y cuidemos nuestras democracias como un tesoro.
