El país es testigo una vez más de una paralización. “La historia no se repite, pero rima” decía el escritor estadounidense Mark Twain, y esta frase nos quiere decir que a pesar de que muchas cosas nos parezcan diferentes, en el fondo son solo manifestaciones de un núcleo común.
Lamentablemente, hemos visto como se confunde nuevamente la manifestación legítima con el caos, la violencia y el vandalismo de unos pocos, quienes empantanados en las ideas del siglo 18 pretenden hacer de la violencia el modus operandi de un movimiento social.
Tres años después, parece que algunos actores políticos no han entendido nada, y quienes promueven las peligrosas ideas del comunismo mariateguista vuelven a poner en jaque a las instituciones democráticas, aquellas que le han costado tanto al país.
44 años después del retorno a la democracia podemos afirmar con absoluta franqueza que nuestras instituciones son débiles, y que aún falta mucho por consolidarla a través de una cultura política democrática, que haga énfasis en la resolución pacífica de los conflictos y en el respeto a la institucionalidad y al individuo.
La vida democrática incluye un elemento fundamental: el reconocimiento al otro, a quien no piensa igual que nosotros, pero que puede procesar sus demandas hacia el sistema político. Si éstas son atendidas, la legitimidad del sistema viene por añadidura, retroalimentando a la sociedad y creando confianza.
Si un gobierno tampoco atiende con prontitud las necesidades básicas de la ciudadanía, ni cumple con su plan de gobierno, solo el tiempo alarga la hecatombe social.
La falta de medicinas, la ausencia de empleo y confrontar con todas las organizaciones políticas del país son parte de las causas del problema que hoy estamos viviendo.
¿Qué nos queda para superar este problema? La voluntad política de los actores en conflicto. Es fundamental dejar de lado la escalada en la tensión y sentarse a negociar.
Por un lado, abandonar la violencia y SANCIONAR a los vándalos, a quienes destruyeron bienes públicos y privados, a quienes amenazaron y golpearon a periodistas y amedrentaron a los ecuatorianos.
Por otro, acercarse a los interlocutores de la protesta y escucharlos, y negociar la atención de sus demandas. Encontrar las salidas necesarias para destrabar el paro nacional y devolverle la paz y la tranquilidad a la gente, y sobre todo, entender que la política sin conversación con quien piensa y siente diferente es la puerta de entrada al autoritarismo.
Urge el acercamiento, dejar el sectarismo y la confrontación. Al país le urge un gran acuerdo nacional. Para mañana, será demasiado tarde.
