Justicia para los jóvenes y su educación
En la sesión 1014 de la Asamblea Nacional, tuve el honor de realizar mi primera intervención como legislador. Fue un momento especial no solo por el significado personal, sino porque en el pleno vi a muchos jóvenes presentes, jóvenes graduados que, dejando de lado sus actividades, acudieron a este espacio para ser parte del debate. Mi intervencion en youtube
Lo que discutimos aquel día no fue simplemente una reforma al Código Orgánico de la Economía Social de los Conocimientos, la Creatividad y la Innovación. Hablamos de construir futuros y liberar sueños. Expresé mi convicción de que la educación no debe ser una carga, sino una garantía. Recordé a mis compañeros asambleístas que el desarrollo de un pueblo se mide por cómo trata a su juventud y que nuestra responsabilidad es construir un país en el que los jóvenes no estén condenados a décadas de angustia financiera.
Por eso, apoyé esta reforma, pues no se trataba de un simple ajuste legal, sino de un acto de justicia intergeneracional. Destacó que, gracias a esta iniciativa, se eliminaría la absurda disposición que exige un pago inicial del 20% de la deuda educativa. Además, se establecerían garantías flexibles y plazos de pago ampliados, desde 18 meses para deudas pequeñas hasta 20 años para las más grandes. También respaldé la propuesta porque establecía que la tasa de interés no superaría la referencial del Banco Central, evitando que estas deudas se convirtieran en un peso permanente para los jóvenes.
La deuda educativa no es solo un problema económico, sino una fractura social. No podíamos seguir siendo cómplices de una realidad injusta en la que los jóvenes se veían obligados a posponer sus sueños, sus familias, sus emprendimientos e incluso su salud para pagar estos créditos. No se trataba de regalar nada, sino de hacer justicia.
Expliqué que esta reforma no generaba perjuicio para el Estado, no creaba ni modificaba tributos, ni aumentaba el gasto público. Más bien, promovía la inversión en el talento ecuatoriano. Era una oportunidad para que un médico recién graduado pudiera atender en comunidades rurales sin ahogarse en deudas o para que miles de familias no renunciaran a la universidad por miedo al endeudamiento.
Por todo esto, decidí sumarme a quienes eligen construir un país donde la educación no endeude, sino que libere.
Soy David Santiago Aguilar Jiménez, asambleísta por Pichincha. Me gradué en la Universidad Técnica Salesiana de Quito con una licenciatura en Gestión para el Desarrollo Local y Sostenible. Además, realicé una especialización en Políticas Públicas para la Igualdad en el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO).
Para fortalecer mi experiencia profesional, trabajé en la Coordinación Territorial del Municipio del Distrito Metropolitano de Quito, donde articulé acciones con las comunidades. También me desempeñé como asesor en el Concejo Metropolitano, siempre con un enfoque en el trabajo directo en territorio. Posteriormente, asumí el cargo de Coordinador de Participación de la zona norte de Quito en la Prefectura de Pichincha.
Con el objetivo de fortalecer la articulación municipal con las zonas urbanas, fui Jefe Zonal de Quito Urbano, impulsando iniciativas en beneficio de la ciudadanía. Además, trabajé con colectivos como Manuelita Sáenz y Mazas, así como con movimientos juveniles y el Movimiento de Mujeres por la Vida. A través de estas organizaciones, logramos que jóvenes se vinculen con comunidades periféricas de Quito mediante campamentos barriales, beneficiando a niños y familias en situación de vulnerabilidad.
Asimismo, participé en programas con el Banco Interamericano de Desarrollo para ofrecer asesoría y apoyo a proyectos comunitarios. Todo mi trabajo ha estado enfocado en el desarrollo de los barrios de Quito, promoviendo la participación ciudadana y el fortalecimiento social.
Hoy, desde la Asamblea Nacional, mi compromiso es generar leyes necesarias para impulsar los cambios que nuestro país necesita.