Lawfare en América Latina, una estrategia para acabar con los gobiernos progresistas.

Martes, 20 de noviembre del 2018 - 09:05 Imprimir

Desde nuestros inicios republicanos, la clase política de América Latina ha tenido siempre el anhelo de encontrar un adecuado mecanismo de integración para posicionarse como un actor estratégico en el mapa geopolítico global.  Diversas han sido las organizaciones que se han creado con tales fines y, sin embargo, la integración se encuentra lejos de alcanzar niveles efectivos de convergencia, en beneficio de la interacción y desarrollo continental.     

 

El interés detrás de los proyectos de integración que históricamente se han creado siempre ha sido el libre comercio, no únicamente como línea directriz sino como un fin en si mismo. Fue en el año 2000, bajo este enfoque comercial, cuando se organiza bajo iniciativa brasileña la primera Cumbre Sudamericana. No obstante, surgieron otras ambiciones más amplias como la integración a nivel de infraestructuras viales y de comunicación, un plan conjunto de combate al narcotráfico y la defensa de la democracia. Es entonces que surgen grandes ideales y, lastimosamente, pocas concreciones en materia de una agenda común de desarrollo social, educación, salud, energía y defensa, cuando lo que debemos es responder a la necesidad de establecer objetivos comunes y desarrollar políticas aplicables a escala continental.

 

En estos últimos tiempos, la institucionalidad política de América Latina ha quedado reducida a un simple formalismo que resulta incapaz de responder a reuniones de cancilleres y consejos consultivos dedicados a abordar la situación de la hermana República de Venezuela desde una visión política ideológica y la conceptualización de la condena, hasta el hecho penoso de la expulsíon de la Embajadora de la República Bolivariana de Venezuela en nuestro país, que resultan ser la consecuencia de diversos desatinos a nivel de política exterior, marcados por el cambio de contexto político en la región.

 

Tal vez el primero de dichos desatinos no fue otro que la falta de liderazgo en materia de política exterior por parte del Canciller del Ecuador que, lejos de incentivar la perdurabilidad en el tiempo de las históricas relaciones entre estas dos Repúblicas, tomó una decisión abrupta, que deja como resultado un impase diplomático, evidenciando la carencia de un actor de peso que impulse la integración efectiva en estos momentos, poniendo en riesgo la consecución de las metas que se han venido planteando a partir de una agenda común en la región.

 

El segundo desatino formal que ha hecho tambalear al proceso de integración en los actuales momentos, no es otro que la falta de capacidad de acción de diversos organismos, creados en las últimas décadas para fortalecer tal objetivo.

Frente a esta realidad, es necesario que impulsemos una agenda común, bajo la premisa de ejercer nuestra capacidad de tomar decisiones soberanas y no depender únicamente de la efímera voluntad política para poder actuar.

 

América Latina y su institucionalidad han sido víctimas del mismo problema que aqueja a una inmensa cantidad de políticas públicas en el continente: la ausencia de estabilidad en su implementación. Cabe mencionar que, si el contexto de la primera década del siglo XXI permitió dar impulso al proceso integracionista, el cambio de orientación política de los gobiernos sudamericanos hacia una postura más conservadora está implicando su inexorable reversión como consecuencia del paulatino abandono de los lineamientos democráticos y progresistas.

 

 

Soledad Buendía
Asambleísta por Pichincha Otros Movimientos

Integrante de la Comisión De la Biodiversidad y Recursos Naturales Visita mi Perfil

 

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