DESARROLLO AGRARIO
El desarrollo agrario hace referencia a acciones e iniciativas llevadas a cabo para mejorar el uso del suelo y la calidad de vida de las comunidades rurales. Estas poblaciones abarcan casi la mitad de la población mundial, mientras que en Ecuador constituyen el 37%. Además, tienen en común precarios niveles de calidad de vida y bajas densidades demográficas que muchas veces no hacen atractiva la inversión pública en sus territorios.
La vinculación de lo rural con lo agrario se perfila como el reconocimiento de que la agricultura -que incluye igualmente la producción pecuaria y otras actividades conexas- es la principal actividad productiva que define dinámicas y formas organizativas, sociales, económicas y políticas de quienes habitan y están vinculados a ese entorno.
En la actualidad, los cambios tecnológicos, económicos, sociales, políticos y ecológicos, definen nuevas demandas de la sociedad, así también el surgimiento de una nueva gama de oportunidades y, plantean la búsqueda de nuevas alternativas para el desarrollo agrario, especialmente frente a la situación de pobreza persistente (cuyas manifestaciones en el espacio rural son más evidentes), la exclusión social y la degradación de los recursos naturales.
Es sorprendente como en el Ecuador, la desmembración de los predios rurales, las afectaciones climáticas y las desigualdades del mercado, se han ido acelerando con el transcurrir del tiempo, sin embargo, los modelos agrarios siguen, en su gran mayoría, siendo iguales a los utilizados hace 50 años. Como consecuencia, estos modelos se han tornado insostenibles, propiciando la migración hacia las ciudades.
Alrededor de la conceptualización entre "soberanía alimentaria" y "desarrollo agrario" existe una significativa diferencia. La primera hace referencia a la generación de alimentos sanos y culturalmente apropiados para la población nacional, mientras que, la segunda promueve el desarrollo de actividades agropecuarias a pequeña y gran escala, tanto para el consumo interno como para la industria, así como, para la exportación.
Una política de desarrollo agrario debe orientarse a garantizar, en primera instancia, la soberanía alimentaria; o dicho de otra forma, sin desarrollo agropecuario no puede haber soberanía alimentaria. Por lo tanto, es importante construir un Estado que regule las fallas del mercado y cuya prioridad sea procurar los medios y herramientas para que los agricultores generen sus propias formas de producción vinculadas a sus capacidades y a los factores abióticos y bióticos que interactuan en sus territorios.
Asimismo, es importante rescatar y fortalecer la cultura tradicional rural para sustentar las estrategias de desarrollo local. Esta cultura es producto de las raíces étnicas, de los procesos colonizadores y de las comunidades campesinas; representa valores, formas de organización, y de solidaridad, expresiones democráticas, éticas, sistemas productivos y tecnológicos, creencias, expresiones estéticas y artísticas, que dan identidad y diversidad cultural a las comunidades rurales, esto es indispensable para que los agricultores se comprometan con una estrategia de desarrollo que los respete y los incluya.
Como empezar? No existe un protocolo para implementar el desarrollo agrario en un país, todo dependerá de la distribución de los medios de la producción, de la decisión política de sus gobernantes, del presupuesto asignado, y por supuesto de la voluntad que tengan sus actores de querer cambiar la realidad en la que subsisten.
Se debería empezar por un ordenamiento del sector rural, lo cual implica catastrar los predios rurales según su ocupante y el uso productivo que se le ha venido dando al suelo, paralelamente, legalizar de forma ágil la ocupación de estos predios. Sucesivamente, identificar, seleccionar y fortalecer institucionalmente a todas las organizaciones productivas que en la práctica estén activas en el país. Asimismo, actualizar y determinar las zonas agroecologicas en el territorio nacional, para validar y fomentar actividades agrarias sostenibles y amigables con la naturaleza.
Por otra parte, es estratégico crear emprendimientos agroproductivos que generen riqueza a través del valor agregado, juntando las capacidades de los agricultores con las características productivas históricas de las localidades, siendo necesario, cambiar la visión y la estructura de los créditos que ofrece el Banco Nacional de Fomento.
Adicionalmente, es clave inaugurar plantas de bioplaguicidas y biofertilizantes en diversas zonas agrarias del país. Así como, generar materiales genéticos en las cantidades necesarias y a precios asequibles, para garantizar la calidad y el rendimiento de los mismos. Por último, construir la red estatal de silos con instalaciones en cada una de las principales zonas agroproductivas del territorio nacional, como también, fomentar la creación de circuitos cortos de comercialización.
Un acápite especial merece la comercialización de las materias primas, toda vez estas son colocadas directamente en el mercado, interno y externo, por un muy reducido número de productores o prestadores de servicios. Lo preocupante, es la falta de competencia real, que afecta a los pequeños productores con bajos precios; no contando con las capacidades necesarias para vender de manera directa sus productos al consumidor final. Por lo tanto, es también indispensable que la Superintendencia de Control del Poder de Mercado identifique, regule y corrija la presencia de prácticas monopólicas.
En el nuevo entorno productivo se precisa innovar para mejorar o encontrar modelos productivos, que sean eficientes en el uso del suelo y de los recursos disponibles, económicamente viables, socialmente aceptados y técnicamente apropiados que no degraden el medio ambiente. Además, es vital desarrollar cultivos y actividades pecuarias no tradicionales, eliminar los monocultivos e incorporar cultivos asociados, y, diversificar las actividades agropecuarias dentro de modelos agro-silbo-pastoriles.