¿Qué festeja la administración municipal de Guayaquil?

Viernes, 25 de julio del 2014 - 10:27 Imprimir

Por: Marcela Aguiñaga, segunda vicepresidenta de la Asamblea Nacional

Cuando Diego Armando Maradona consiguió liderar al equipo argentino hacia la Copa del Mundo en 1986, el país entero se oxigenó en alegría y el jugador veinteañero se convirtió en un cuasi Dios. Más allá del análisis futbolístico, es posible entender el fenómeno maradoniano también como un fenómeno sociológico producto del escenario argentino de crisis económica y su reciente salida de la dictadura militar. Algo similar ocurre con la administración socialcristiana de Guayaquil: el PRE había hecho de la ciudad reflejo de su propio desastre como partido; y en ese contexto parecía que no había otra salida que una mano dura más que razonable. Pero los fenómenos sociológicos son solo eso: fenómenos producto de un contexto. Es por eso que hoy la comparación socialcristiana con el PRE da la impresión de estar desfasada históricamente. Cuando eso ocurre, la mirada debe siempre ponerse hacia adelante y hacer las preguntas que tanto molestan: ¿cómo se ve Guayaquil luego de veintidós años de administración socialcristiana y cómo luce si se la contrasta con otras ciudades grandes de América Latina?

Para contestar aquello, debemos partir de que el examen de éxito de las administraciones no se realiza vía análisis de discursos sino vía datos duros que objetivamente nos proporcionen, sin juicios, el panorama. Y, en efecto, el Guayaquil de datos duros es en extremo distinto al Guayaquil construido por el discurso socialcristiano. Por ejemplo, si tomamos uno de los más robustos indicadores, la pobreza medida por necesidades básicas insatisfechas (que toma varias variables -como hacinamiento y disponibilidad de servicios básicos- y por ende deviene multidimensional), Guayaquil es una de las ciudades que presenta el más alto porcentaje si se la contrasta con Quito (29,7%) o Cuenca (38,2%). En datos, el porcentaje de pobres por NBI en Guayaquil es del 47,97%; es decir, de los casi 2,35 millones de habitantes, casi la mitad (1,13 millones) tiene por lo menos una necesidad básica no cubierta. Esto se agrava en las parroquias rurales, las más olvidadas por ellos, con un promedio de 83,2%.

Si nos comparamos con otras ciudades de América Latina, el panorama no es más alentador. Por ejemplo, en Montevideo, Uruguay, el mismo indicador apunta a un 26,8%; y en Bogotá, Colombia, cerca del 10%. Guayaquil debería de seguir el ejemplo de ciudades como Bogotá, no solo por lo bajo de ese indicador sino por su concepción radicalmente distinta del desarrollo urbano: no es casual que su plan de ciudad se adjetive “Bogotá Humana”, que va de la mano con alternativas de movilidad (con 387 km de ciclovía) o su estímulo al arte y la cultura.

Los fenómenos sociológicos se desgastan por la realidad y por el paso del tiempo: en este caso, por el Guayaquil de los datos duros luego de veintidós años de administración socialcristiana. No se trata de intentar negar los indicadores sino aprender de estos; y, en ese sentido, la tarea por hacer es enorme aun, nacional y regionalmente; nada de lo cual cambiará si se mantiene como referente de evidencia del éxito el desastre que en efecto fue el roldosismo. Por ello es quizá la mejor pregunta que podemos hacer en estas fiestas julianas es esta: ¿qué festeja, en realidad, la administración municipal de Guayaquil?

Publicación realizada en Diario El Telégrafo (25 de julio 2014)

Marcela Aguiñaga
Asambleísta por Guayas Otros Movimientos

Asambleísta por la provincia de Guayas | Integrante de la Comisión De los Derechos Colectivos Comunitarios y la Interculturalidad |  Visita mi Perfil

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