Como Abogado de los Tribunales y Juzgados de la República es nuestro deber desterrar el hambre y la pobreza. Mientras subsista una sola injusticia en nuestra Patria, allí estaremos, con un vendaval de amor y de ternura, siempre con el oído atento a la demanda y a la voz de los humildes y desamparados. Estaremos con el corazón y la decisión para no claudicar jamás, para profundizar esta transformación y que sus conquistas sean irreversibles para el bien de ciudadanas y ciudadanos que jamás perdieron la voluntad de participar, no como testigos, sino como actores, en la más importante transformación del país desde los tiempos del Viejo Luchador.