La violencia en la familia cuando aparecen en los noticieros, suele ser la trágica descripción de golpes, muerte o abandono. ¿Recuerdan el caso de una mujer que su esposo le cortó las manos? Estamos acostumbradas a conocer de los casos de violencia intrafamiliar sólo cuando los hechos son irremediables, como los asesinatos, las lesiones graves, sin embargo estos hechos de violencia extrema son el resultado del día a día de problemas en el hogar que parecerían simples pero no lo son.
Cuando hay empujones, jalones, golpes leves, insultos, bromas que nos hacen sentir humilladas, o nos hacen sentir tontas o feas, cuando nos comparan, cuando nos amenazan con abandonarnos o pegarnos, o quitarnos los hijos, o nuestras cosas, o simplemente hacer señales que nos van a pegar una próxima ocasión, hacen de la vida un constante riesgo de “cuando me toque a mí”. No decimos por mera experiencia que las mujeres en su mayoría ha vivido algún momento alguna amenaza, un golpe, miedo de que la ataquen, la lastimen o la insulten. Lo decimos porque el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos mediante una encuesta ha demostrado que todas las mujeres al menos una vez en la vida hemos sufrido de acoso callejero, de gritos, insultos, golpes, patadas, puntapiés, amenazas, tanto en nuestros hogares como en la escuela, la calle o nuestro lugar de trabajo. Santa Elena según esta encuesta señala que el 47.1% de las mujeres han dicho que sufren de cualquier tipo de violencia, según eso se puede concluir que al menos la mitad de las personas que estamos aquí en algún momento de nuestras vidas nos sentimos agredidas de algún modo. Según el INEC no importa nuestro color de piel, nuestro nivel de educación, si vivimos en zonas urbanas o rurales, las mujeres de todas las edades estamos en riesgo.
La violencia contra la mujer según la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra las mujeres de las Naciones Unidas en 1993 se define como “todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privatización arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la privada” (Artículo 1).
La violencia puede expresarse de michas maneras, puede ser cuando un médico o enfermera no quiere atendernos en un centro de salud para darnos la pastilla anticonceptiva, u otro método de planificación familiar, o cuando nuestra pareja no permite que salgamos a reuniones solas, por celos, pero con el concepto que nos brinda Naciones Unidas podemos resumir que hay tres tipos principales de violencia: Física que se empresa en golpes, empujones, arañazos, puñetazos, patadas, sacudones, sean leves o fuertes; la violencia psicológica principalmente se expresa en amenazas, insultos, acoso, mezquinar la comida, el dinero, las cosas necesarias para la subsistencia, incluso este tipo de violencia se expresa cuando nos chantajean como “me voy a matar si me dejar” o “te voy a encontrar donde sea que te vayas”. Finalmente la violencia sexual es que te fuercen, te obliguen a tener relaciones sexuales sin consentimiento, pero también se expresa que la pareja no quiera usar métodos anticonceptivos o de protección, o que no te obligue a tener más hijos de los que tu haz planificado.
La violencia sexual dentro del hogar es menos denunciada porque existen creencias que hay “obligaciones” de las parejas, de tener relaciones sexuales cuando el marido quiere o de la manera que él quiere. Lo importante que las mujeres y hombres debemos aprender es que el principal requisito es que la otra persona quiere y acepte sin amenazas o presiones tener relaciones sexuales. Pero ese consentimiento tiene que ser explícito, la persona debe decir que acepta porque muchas veces “justificamos” esta violencia diciendo que hubo provocación. La más común que se escucha es que la mujer provoca con la manera de vestir o caminar.
La violencia en la pareja, o la violencia contra los hijos no es tolerada por el Estado, por ese motivo sanciona penalmente estos tres tipos de violencia, pero además el delito de violencia contra la mujer o miembros del núcleo familiar considera a esposos, parejas en unión libre o convivencia; pero también a las ex parejas, ex novios, ex convivientes, también los abuelos, hijos, hermanos, tíos, incluso quien habite en la casa y no sea familiar como las empleadas domésticas. La violencia física se sanciona como delito por la gravedad de las lesiones que puedan causar la necesidad de reposo médico mayor de tres días, esto conocen los jueces de garantías penales, pero si es menor de tres días es una contravención y lo conocen los juzgados de violencia contra la mujer o miembros del núcleo familiar no importa si es un delito o contravención el juez debe dictar medidas de protección como la salida del agresor del hogar, la prohibición de acercarse a lugares como la escuela o el trabajo, la extensión de una boleta de auxilio, ordenar tratamiento psicológico a que deben someterse la víctima o el agresor, entre otras que se consideren importantes para que no se remitan los actos violentos, y tampoco se agrave su situación. ¿por qué debemos exigir a las autoridades judiciales que se emitan estas medidas? Para prevenir el asesinato de mujeres o de cualquier miembro del núcleo familiar.
El femicidio es la consecuencia extrema de la violencia contra las mujeres. Según los estudios nacionales y en el mundo, el asesino suele ser pareja o ex pareja de la víctima. En consecuencia si prevenimos una vida cotidiana llena de actos de humillación, golpes, desdenes, maltrato entonces estaremos previniendo la mayor expresión de violencia contra las mujeres: su muerte.
También la violencia intrafamiliar tiene que ver con los golpes o amenazas o violencia sexual en caso de niñas, niños y adolescentes, que es un tema que necesitamos reflexionar este día. Por que muchas veces bajo nuestras narices nuestras niñas pueden estar siendo víctimas de abuso sexual, incluso de violación. No podemos esconder estos hechos si llegamos a conocerlos, es deber como seres humanos y ciudadanos denunciarlos o hacerlos saber a las autoridades para que lo investiguen. Hoy por tí mañana por mí. No seamos cómplices silenciosas de la violencia que viven personas de nuestra comunidad.
Las acciones rápidas pueden prevenir la muerte de las mujeres y quiero contarles una historia personal cuando fui comisaria de la mujer y la familia en Ibarra, de donde vengo: Una mujer llegó pasada las cinco de la tarde a la comisaría y su esposo la había golpeado fuertemente, le habían dicho que en la comisaría le podían proteger. A esa hora las funcionarias ya no estaban trabajando y pese a eso cumplieron su deber y emitieron una boleta. Pero no era suficiente, ella necesitaba llegar a un lugar seguro pero en Ibarra no contábamos con casas de acogida. Terminamos de atender a la señora y fuimos todas a nuestras casas. A la madrugada la policía me llamó por un caso de un asesinato, como autoridad debía estar ahí para el levantamiento del cadáver. Cuando llegamos al lugar era la mujer que habíamos atendido en la tarde. Su esposo la había matado. El sistema no funciona si no completamos los servicios de protección, pero también si no educamos a las mujeres para que no regresen donde les han pegado o maltratado. La vida peligra si somos víctimas constantes de la violencia, no podemos callar ni una vez, no podemos pensar que esa persona cambiará por amor, que esa persona lo hizo porque estaba borracha o fuera de su juicio. NO! Hay que salir, hay que pedir ayuda, hay que ayudar a quien nos lo pide, todo servidor público puede dar una medida de protección: desde la enfermera que sabe del hecho debe denunciar hasta el vecino o vecina.
Las tragedias en el tema de las muertes de las mujeres y los niños no sucede de un momento a otro, responden a toda una historia anterior de muchos tipos de violencia. Seamos una comunidad unida que previene desde nuestros hogares la violencia con una vida de respeto.