Una de cada 3 mujeres puede sufrir de abuso y violencia durante su vida

Viernes, 08 de marzo del 2019 - 12:49 Imprimir

“Una de cada 3 mujeres puede sufrir de abuso y violencia durante su vida. Esto es una abominable violación a los Derechos Humanos, pero continúa siendo una de las pandemias más invisibles y poco conocidas de nuestros tiempos”

Nicole Kidman, Embajadora de la ONU

En los últimos días, se han visibilizado en el país varios casos de violencia contra mujeres, tan graves que incluso han llegado al  femicidio,  generando rechazo de la ciudadanía pero, además, una profunda preocupación por la situación de violencia que están enfrentando las mujeres en el Ecuador, que amerita una pronta respuesta que permita la prevención de casos que, de ser atendidos de oportuna y adecuadamente por el Estado, preservarían el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia.

La atención de los patrones que se generan en estos casos podría contribuir, de forma efectiva, a evitar hechos de violencia que, muchas veces llegan al extremo del femicidio. Aspectos tales como la instrumentalización, cosificación o ejercicio de un supuesto “derecho de propiedad” sobre el cuerpo y vida de la mujer son factores que inciden sobre la capacidad de decisión de las mujeres en cuanto a su proyecto de vida y la necesidad de poner fin a una larga historia de abusos y violencia que las involucra a ellas y sus hijos.

Uno de los patrones a destacar consiste en el hecho de que los agresores deciden sus ataques dependiendo de las circunstancias, por ejemplo, si están a solas con la mujer o con otras personas, este es un elemento en el que podemos ver la premeditación del crimen. Otro elemento común en los casos de violencia que terminan en femicidio es la forma brutal en que el asesino agrede a la mujer, haciendo uso de su fuerza física para dominarla, hacerle entrar en pánico y sufrimiento, demostrando de forma clara la relación de poder violento que ejerce sobre ella.

En los casos de violencia hacia las mujeres, en especial el femicidio, existe un patrón que es muy común: una historia de maltrato permanente, de amenazas a ellas y sus hijos, hechos anteriores que ponen en alerta a familiares e incluso a las autoridades que han recibido denuncias de violencia intrafamiliar; sin embargo, esta es una alerta que lamentablemente no se está siendo tomada en cuenta como un factor de prevención.

Sabemos que cualquier persona, sin importar su sexo, puede sufrir violencia y agresiones que pueden llevar a terminar con su vida; mas, en todo el mundo las mujeres, adolescentes y niñas experimentan varias formas de violencia de género, tanto en su vida privada como en el ámbito público: en las calles, en el transporte público y en sus propios barrios, las mujeres, adolescentes y niñas están siendo víctimas de abuso, que puede pasar del acoso sexual, tanto físico como verbal, a la agresión y violación.

En el país, de acuerdo a la Encuesta Nacional de Relaciones Familiares y Violencia contra las Mujeres:

6 de cada 10 mujeres han experimentado alguna forma de violencia.

1 de cada 4 mujeres ha experimentado violencia sexual.

9 de cada 10 mujeres divorciadas experimentaron algún tipo de violencia.
Del total de mujeres que han sufrido violencia física, el 87,3% lo ha hecho en sus relaciones de pareja.
Las mujeres más vulnerables a experimentar violencia tienen entre 16 y 20 años, se han casado o han dejado la casa de sus padres (70,5%).
En todos los niveles de instrucción, la violencia de género sobrepasa el 50%; sin embargo, para las mujeres que tienen un menor nivel de instrucción la violencia llega al 70%.
 La violencia de género sobrepasa el 50% en todas las provincias del país.

Estas cifras son realmente alarmantes y responden a causas estructurales, patrones culturales enraizados en nuestra sociedad, prácticas machistas y patriarcales que se repiten día a día, por lo que es obligación del Estado prevenir y actuar de manera inmediata y eficaz para brindar protección a las víctimas, sancionando a los responsables y procurando una reparación integral que, de alguna manera, pueda resarcir el daño causado.

Según el informe anual de ONU MUJERES ECUADOR, en el país se han dado pasos importantes para poner fin a la violencia contra las mujeres y las niñas, pero existen retos pendientes:

Mayor voluntad política frente a la violencia contra las mujeres, para priorizarla como un problema de salud pública, que se manifieste en políticas y programas con mayores resultados, con continuidad, cobertura, calidad y articulación interinstitucional e intersectorial.

Mayor conocimiento y registro adecuado de información sobre la violencia contra las mujeres en el sistema de Justicia; de lo contrario, se impone el ocultamiento y desconocimiento en el tratamiento de estos casos y, en consecuencia, la impunidad.
Educar para erradicar los estereotipos y prácticas culturales que influyen en el mantenimiento de relaciones de poder que perpetúan la situación de subordinación de las mujeres frente a los hombres.

Muchos cambios se han generado en el país respecto de los derechos de las mujeres, los que han sido reconocidos, se han modificado las condiciones de inclusión de las mujeres en la educación, en espacios laborales y políticos; sin embargo, esto no ha sido suficiente para provocar un cambio en el problema de la violencia hacia las mujeres, ya que esta sigue siendo una práctica de tipo cultural.

La cultura está conformada por valores, prácticas, relaciones de poder y procesos sociales, políticos y económicos, que tienen lazos comunes e inherentes a la vida cotidiana, tanto individual como colectiva, que se van fortaleciendo hasta convertirse en un conjunto de normas y creencias no escritas que se  perpetúan. Esto sucede, precisamente, con los roles asignados a los niños y niñas, que se reproducen en la atribución de funciones de cada sexo y que influyen directamente durante el crecimiento de mujeres y hombres, por supuesto sin dejar de lado el ambiente en el que estos se desarrollan. Los seres humanos aprendemos valores inculcados desde la infancia, que definen nuestra personalidad y actitudes en la vida adulta. Estas prácticas, aceptadas socialmente, en las que el poder superior del hombre constituye un patrón, son las que generan violencia dentro del hogar y llevan a agresiones físicas, psicológicas, sexuales y/o patrimoniales.

Es una práctica común que los padres de familia asignen diferentes actividades para los niños y niñas, diferencias que van desde su forma de vestir hasta los juegos con los que pueden entretenerse. Las madres educan a las niñas cumpliendo tareas del hogar, con juegos en los que su rol principal es ser madres. Los niños, en cambio, son inducidos a tener un carácter fuerte, con ideas claramente machistas, por lo que a través del tiempo estas actitudes se incorporan a la vida cotidiana transformándose en estereotipos, actitudes y creencias que se van transmitiendo de generación en generación.

Esta práctica que ya es cultural y es común en todos los estratos sociales y económicos, se genera desde la familia, donde se construyen los primeros patrones de comportamiento de una persona, posteriormente influye en el entorno, en el barrio, en la escuela y en la sociedad expresándose en conductas violentas.

En general, quienes han sufrido violencia en la infancia o crecieron en un ambiente de tensión, tienden a dejarse manipular por sus parejas y a nivel social. Se podría decir que la historia familiar, en cierta medida, constituye uno de los factores que pueden alertar sobre el ejercicio o no de la violencia hacia la pareja, pues mujeres y hombres que sufrieron maltrato o fueron testigos de violencia contra sus madres tienden a reproducir en mayor grado ese tipo de actuación.

La desigual distribución de poder entre hombres y mujeres, así como la permanencia de ciertos roles y concepciones tradicionales de género, siguen arraigadas en el imaginario colectivo; y, aunque ahora sean menos visibles, persiste la continuidad de las nociones del amor - sacrificio para las mujeres junto a la postergación de su propio bienestar en favor de hijos e hijas, de la familia o de terceros, mientras los hombres dan prioridad a sus intereses individuales y mantienen mayor poder real y simbólico que les lleva, en muchas ocasiones,  a expresar diversas formas de violencia.

La violencia contra mujeres y niñas es una violación grave de los derechos humanos, que afecta a corto y mediano plazo a la sociedad en general, por sus consecuencias físicas, sexuales y psicológicas, además de limitar la efectiva participación de las mujeres en distintos ámbitos. Por eso es necesario incluir la erradicación efectiva de la violencia de género en las agendas nacionales e internacionales tomando en cuenta que, hasta ahora, nunca tantos países han contado con tantas leyes contra la violencia doméstica, las agresiones sexuales y otras formas de violencia de género. Mas, queda claro que no son suficientes las normativas si estas no se aplican efectivamente, si no hay cambios culturales dentro de la familia en particular y la sociedad en general, y un efectivo acceso de las mujeres a la Justicia que permita aplicar la Ley y poner fin a la impunidad.

El empoderamiento económico de la mujer, el desarrollo de sus capacidades, su concientización y revalorización como personas activas y sujetos de derechos son otros de los mecanismos que se pueden promover para cambiar estereotipos y patrones culturales que permiten la violencia contra la mujer. Por eso no es casualidad que entre las recomendaciones importantes de ONU MUJERES se encuentre la necesidad de que el Estado implemente un plan de intervención en cuanto a la reeducación de las mujeres, evitando la propagación de creencias y mitos que aún persisten en la actualidad, elaborando campañas y talleres de prevención que busquen romper los patrones socioculturales que avalan toda clase de violencia contra la mujer.

No estás sola

Las víctimas de violencia de género suelen sentir una gran sensación de vacío interior y una gran soledad, en parte por el alejamiento del resto del entorno a la que el agresor o agresora la suele someter y en parte por no atreverse a aceptar y a contarle a nadie su situación. Sin embargo, y tal como se hace ver en las diferentes marchas y manifestaciones, la persona maltratada no está sola, sino que cuenta con el apoyo de miles de personas, algunas de las cuales han pasado por su misma situación

 

 

Soledad Buendía
Asambleísta por Pichincha Otros Movimientos

Integrante de la Comisión De la Biodiversidad y Recursos Naturales Visita mi Perfil

 

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