Alianzas País (AP) nació con el objetivo de acabar con las estructuras que convirtieron al Ecuador en uno de los países con mayor pobreza e inequidad de la región y en uno de los políticamente más inestables.
Durante los diez años de gobierno del presidente, Rafael Correa, los avances fueron sustanciales en materia social, en la dotación de infraestructura estratégica para el desarrollo y en el logro de estabilidad. Pero es evidente que el proceso de transformación cedió paso a la resurrección de los poderes fácticos que reeditan las viejas disputas por secuestrar al Estado y ponerlo al servicio de sus intereses particulares; el clima político actual es muy similar al de los primeros años de este siglo y la incertidumbre respecto al destino del país es cada vez mayor.
Si en tan pocos meses retrocedimos tanto, debemos cuestionar algunas de las cosas que durante la última década se hizo o se dejó de hacer. Probablemente una de las mayores omisiones fue la falta de trabajo con las bases sociales para que estas, organizadas, se constituyan en efectivas defensoras de la Revolución Ciudadana.
AP creció sustentada en la figura de su máximo líder, centenas de miles de ecuatorianos se adhirieron al movimiento convencidos de sus ideales, pero nunca se logró consolidar una estructura orgánica que permitiera la participación permanente de la militancia en el proceso de cambio y terminó replicando las tradicionales prácticas políticas de lo que se denominó ¨partidocracia¨. No en pocos casos el movimiento se convirtió en espacio para peregrinos de la política que lo usaron de forma oportunista para catapultar candidaturas y otros cuantos que se sumaron para acceder al poder en busca de réditos personales de diverso tipo.
En este contexto, se advierte que los objetivos originarios de la Revolución Ciudadana no fueron alcanzados en su totalidad. En consecuencia, para completar la existente tarea pendiente, es fundamental hacer una convocatoria amplia a los ciudadanos que estén convencidos de que es necesario continuar con el proceso de transformación que nos conduzca hacia la sociedad justa en la que el capital se subordina a las necesidades de las mayorías.
Es una tarea prioritaria la construcción de un espacio político en el que confluyan los ciudadanos que comparten este mismo ideal pero es necesario garantizar que los cimientos de este nuevo movimiento o partido sean los principios, no solo predicados sino también practicados por sus miembros. Para garantizar que nunca se desvirtúe la misión de creación de la Revolución Alfarista propongo que se asuman al menos los siguientes compromisos:
Que el financiamiento del movimiento provenga exclusivamente de las asignaciones que por ley le correspondan y de pequeños aportes de sus miembros; bajo ningún concepto recibir aportes de personas naturales o jurídicas ajenas al movimiento.
Que la designación de candidatos para participar en procesos electorales en representación del movimiento se lo haga mediante votación universal y secreta; para el efecto, podrían votar militantes y simpatizantes.
Que los miembros electos o designados para ocupar un cargo público renuncien al mismo, en caso de que al estar en funciones, un familiar cercano (esposo/a, hijos/as, padres o hermanos) o una persona jurídica con fines de lucro de la que es socio, suscriba un contrato con el sector público para la provisión de bienes o servicios.
Que los miembros del movimiento que hayan ocupado un cargo público realicen de por vida una declaración patrimonial quinquenal y un informe sobre la fuente de sus ingresos.
Si vamos a constituir un nuevo movimiento este debe romper los moldes convencionales del quehacer político nacional, para transformar debemos transformarnos, para revolucionar debemos primero hacer una revolución radical interna.
¡Volvamos a empezar y seamos más radicales!
Asambleísta Nacional | Integrante de la Comisión De Soberanía, Integración, Relaciones Internacionales y Seguridad Integral |
