Durante mi comparecencia en el Pleno de la Asamblea Nacional en el marco del debate sobre la Ley Orgánica de Inteligencia y Contrainteligencia, asumí una postura clara, reflexiva y consciente.
Mi voto a favor de esta ley no obedeció a presiones políticas ni a alianzas circunstanciales. Lo hice porque estoy convencido de que el Ecuador necesita herramientas sólidas para combatir de manera efectiva al crimen organizado que está infiltrando nuestras instituciones y afectando nuestra seguridad.
Sin embargo, fui enfático en exigir que esta ley garantice el respeto irrestricto a los derechos humanos y a la privacidad de los ciudadanos. No podemos permitir que, bajo el pretexto de la seguridad, se vulneren las libertades fundamentales que tanto nos ha costado conquistar.
Como representante de Galápagos, sé que la seguridad nacional también es vital para proteger nuestros territorios insulares. Pero esa protección debe construirse con transparencia, con controles ciudadanos y con mecanismos institucionales claros que eviten el abuso.
Mi compromiso es con el Ecuador y con la gente honesta que quiere vivir en paz, sin miedo y con dignidad. Por eso voté con conciencia y no por obediencia. Porque la verdadera inteligencia está en encontrar el equilibrio entre seguridad y libertad.
Asambleísta por la provincia de Galápagos
