El terremoto del pasado 16 de abril nos sacudió todo. Fue un remezón de la tierra pero también de nuestra conciencia y de nuestro espíritu solidario. Miles de compatriotas, sobre todo manabitas y esmeraldeños, lo perdieron todo y la ayuda de los que no fuimos tocados por la tragedia se puso en marcha de inmediato.
Junto con mi equipo de trabajo emprendimos acciones para ayudar a nuestros hermanos afroecuatorianos en Esmeraldas, y en cuestión de 3 días logramos llenar una sala de donaciones: comida, agua, sábanas, colchones, ropa, calzado… Todo esto con la colaboración de amigos, familiares, y ciudadanos que supieron de la iniciativa a través de las redes sociales.
Partimos a Esmeraldas entusiasmados por la respuesta a nuestra convocatoria, pero también conscientes de que nos encontraríamos con una dura realidad. Con el apoyo de compañeros y compañeras de la provincia llegamos a la zona Sur: San Francisco del Cabo, Balzarito, Tres Vías, San Gregorio, fueron algunos de los lugares que recorrimos y donde cientos de pobladores permanecían a la intemperie, ya sea por haber perdido sus hogares o por miedo a que con las réplicas estos terminen de desplomarse. Si bien es cierto que las donaciones ciudadanas fueron recibidas con alegría y en algo aliviaron sus necesidades, Esmeraldas tiene una necesidad permanente de acciones enfocadas a resolver problemas estructurales, como la falta de empleo e ingresos, o la ausencia de control de la natalidad, entre otros.
Hoy, como país, caminamos hacia la reconstrucción. Que sea esta una oportunidad para reconstruir el pensamiento y darle un nuevo impulso al Ecuador, para lograr así que sus habitantes dejen atrás la devastación dejada hace poco por el terremoto en Manabí y, en el caso de Esmeraldas, desde hace mucho por la pobreza.
Quiteña de nacimiento, se licenció en la Politécnica Salesiana en Ciencias de la Educación. Posteriormente estudió Ciencias Políticas en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO. Militan..
