Históricamente, entre la última semana de julio y la segunda semana de agosto, el Ecuador conmemora sendas fechas que nos llevan a pensar en uno de los valores supremos de la convivencia democrática: La Libertad.
El 25 de julio se conmemora la Fundación de Guayaquil. Una ciudad caracterizada por ser el motor económico del país, por sobre ponerse a las adversidades que ha afrontado a lo largo de su historia y por defender la libertad.
Uno de sus hijos predilectos, el poeta y abogado José Joaquín de Olmedo escribió la Canción al 9 de octubre, en la cual, hace una oda a la libertad. Y es justamente este canto el himno a Guayaquil, manifestando el espíritu libertario del puerto principal.
Posteriormente, el 2 de agosto conmemoramos el sacrificio de los próceres de la gesta del 10 de agosto de 1809. Este cruel asesinato pretendió dejar un precedente en la Real Audiencia de Quito, para evitar un nuevo intento de auto gobierno, pero en lugar de apagar la antorcha de libertad, esta se encendió, generando el inicio del proceso de emancipación de la América Hispana.
Y esa llama empezó en Quito, el 10 de agosto de 1809. Si bien existe un antecedente en Bolivia el 25 de julio del mismo año, la trascendencia cultural de esta fecha fue más allá de la Real Audiencia de Quito, y le valió a la capital el nombre de Luz de América, llamada así por un sacerdote chileno a mediados del siglo 19.
Para muchos, el 10 de agosto se constituyó en la primera, y quizás la única fecha cívica nacional. Si bien no se consiguió la emancipación de España con el establecimiento de la Junta de Gobierno de Quito, este primer intento de autogobierno fue el reflejo de lo que siempre ha sido la gente de la capital: Resistente a los tiranos y forjadora de su destino.
Semanas en que la libertad estará en las conversaciones de los medios de comunicación, de los ciudadanos y sobre todo, de los políticos. Aunque muchos de ellos huyen de ella y la rechazan, tal como lo hicieran 63 asambleístas el pasado jueves 21 de julio, cuando le negaron la oportunidad al país de tener una ley que garantice, promueva y proteja la libertad de expresión de todos los ciudadanos.
Emulemos a quienes nos heredaron la libertad. Esta debe ser un modo de vida que nos permita ejercer nuestra voluntad hacia un objetivo, hacia una forma de vida, hacia la construcción de un país. Que los discursos, los cánticos y las odas a la libertad no se queden en letra muerta, que enciendan su llama en nuestros corazones.
